El alcalde de Bucarest, Nicușor Dan, se alzó como ganador de las elecciones presidenciales celebradas el 18 de mayo tras obtener el 53,6% de los votos y derrotar a George Simion, el líder de extrema derecha de la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR) que consiguió el 46,4%. La victoria de Dan se debió a la alta participación electoral (65%) en Rumanía, sobre todo en los núcleos urbanos y en regiones multiétnicas como Transilvania, donde las minorías húngara y alemana se opusieron de plano a la retórica nacionalista de Simion. A pesar de que Simion consiguió la mayoría de los votos de la diáspora rumana –55,86%–, el apoyo a Dan en el país sirvió para contrarrestar esa ventaja. Cabe destacar que los votantes presentes en la República de Moldavia también respaldaron a Nicușor Dan, lo que refleja la honda preocupación que les genera el discurso euroescéptico de Simion y sus supuestos vínculos con Rusia, factores que lo distanciaron de los dirigentes moldavos y de los aliados de Europa Occidental.
Su gran reto consistirá en saber utilizar la capacidad de influencia y el alcance estratégico del país en la actualidad para apuntalar la credibilidad de Rumanía en el extranjero y consolidar el apoyo de la nación hacia el gobierno democrático y la integración con Occidente.
Estas elecciones, aparte de ser una mera elección entre plataformas políticas, sirvieron también de referéndum acerca de la dirección geopolítica de Rumanía. La postura favorable a la Unión Europea (UE) de Dan y sus promesas de llevar a cabo una reforma administrativa fueron puntos centrales de su campaña, pero un factor decisivo en su victoria fue la resistencia generalizada que encarnaba frente al extremismo y el temor de vivir un cambio hacia el populismo nacionalista. La polémica imagen de Simion, espoleada por entrevistas provocativas concedidas en el extranjero como su aparición en CNEWS en París (donde evitó de forma deliberada adentrarse en los debates mediáticos nacionales), ahondó la percepción de que no respetaba las normas democráticas. Las comunidades minoritarias, y en especial las personas de etnia húngara, tenían miedo al exacerbamiento de la intolerancia, mientras que los votantes moldavos veían en Dan una salvaguarda del compromiso de Rumanía con el futuro de Moldavia en la UE.
A pesar del éxito electoral de Dan, las raíces estructurales del descontento populista en Rumanía serán quizás el problema de más peso en los próximos años. El bloque parlamentario partidario de Simion conserva en torno al 40% de los escaños, lo que deja abierta la posibilidad de que se produzca un bloqueo legislativo y cunda la inestabilidad política. Además, las penurias económicas sin resolver, la frustración pública hacia las élites políticas y los problemas sistémicos en materia de gobernanza siguen generando el caldo de cultivo en el que medra el relato populista. En este entorno, la presidencia de Nicușor Dan se enfrenta al reto por partida doble de preservar el orden democrático y emprender una reforma de gran alcance, en especial en un panorama político de fragmentación y desconfianza.
No obstante, la presidencia rumana tiene un peso considerable en materia de política exterior, seguridad nacional y política de defensa. Nicușor Dan ya ha dado muestras de decantarse por una fuerte orientación prooccidental. Su primera conversación oficial el 19 de mayo tras ser elegido, la mantuvo con el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Mark Rutte. En ese intercambio, Dan reconfirmó el compromiso de Rumanía con la OTAN y anunció que su gobierno daría prioridad al aumento de las inversiones en defensa, de conformidad con la posición estratégica de Rumanía en el flaco oriental de la OTAN. Esta decisión supone una continuidad –y probablemente una aceleración– de la integración de Rumanía en las estructuras europeas de defensa más amplias en un marco de mayor preocupación por la seguridad a raíz de la guerra de Rusia en Ucrania.
También se espera que Dan siga consolidando la relación bilateral con Francia, en particular en el ámbito de la cooperación para la defensa, donde las iniciativas conjuntas han ido creciendo en los últimos años. Francia se ha convertido en un país cada vez más presente en la infraestructura de seguridad de Rumanía y la presidencia de Nicușor Dan podría consolidar esa trayectoria, habida cuenta de su afinidad por el país (estudió su doctorado en Matemáticas en la Sorbona XIII de París). Al mismo tiempo, contar con unos lazos fuertes con Estados Unidos sigue siendo uno de los pilares fundamentales de la política exterior de Rumanía. Las posturas proeuropeas y atlantistas de Nicușor Dan podrían ser el faro que guíe su diplomacia estratégica, sobre todo cuando la región se prepara para un posible aumento de la inestabilidad vinculado a la influencia rusa y el auge del populismo.
Cabe señalar que la presidencia de Dan podría representar una reafirmación de los valores democráticos y del equilibrio institucional en un momento en el que muchos Estados europeos tienen que hacer frente a la expansión del autoritarismo. Sus orígenes como activista de la sociedad civil y reformista independiente confieren credibilidad a sus objetivos declarados de transparencia, Estado de derecho y modernización de las instituciones. Pese a verse limitado en el plano nacional por la fragmentación del Poder Legislativo, lo cierto es que la postura de Nicușor Dan en política exterior apunta a un claro compromiso destinado a asentar a Rumanía en la alianza transatlántica, reforzando su posición como Estado fronterizo de la arquitectura de defensa de la UE en Europa del este.
En ese contexto, el papel regional de Rumanía podría expandirse más allá de sus fronteras. Con la aceleración del proceso de adhesión de Moldavia a la UE y las tensiones persistentes en el mar Negro y los Balcanes Occidentales, la presidencia de Nicușor Dan podría servir de elemento estabilizador en una región volátil. Su gran reto consistirá en saber utilizar la capacidad de influencia y el alcance estratégico del país en la actualidad para apuntalar la credibilidad de Rumanía en el extranjero y consolidar el apoyo de la nación hacia el gobierno democrático y la integración con Occidente. Pese a que el día posterior a las elecciones se percibió una sensación de claridad y quedó aliviada de manera temporal la tensión que se había agudizado durante la campaña, la dificultad real para el nuevo presidente de Rumanía ya está surtiendo efectos: encontrar aliados que lo ayuden a consolidar la estabilidad política interna necesaria para incrementar la credibilidad del país en el extranjero.